Tras la ventana de cristal pude ver como lo contenían, un alumno de tan solo 9 años, fuera de sí, con los ojos vueltos, la expresión de su cara le desfiguraba sus facciones, patadas al suelo, retorcimientos, un maestro que le doblaba en peso y cuerpo, me sorprende la fuerza que tiene el chaval.
Los problemas conductuales y de agresividad casi siempre tendemos a relacionarlos con familias desestructuradas, o con un mal estilo educativo, pero este episodio tan intenso, te hace pensar que hay bastante de orgánico en el asunto. El alumno sufre de epilepsia y tiene una lesión cerebral en el lóbulo parietal derecho.
El contacto con el suelo, todo su cuerpo aplacado entre este y el maestro, hace casi milagrosamente que poco a poco se vaya tranquilizando, el propio latido de su corazón a cien lo va calmando como un mantra.
La contención física no es una práctica muy común en los colegios, pero en este centro a falta de respuestas y recursos por parte de la Delegación de Educación, los maestros se han hecho valientes y por el bien del alumno y de los demás han decidido llevarla a cabo. Han creado un aula de de-privación estimular y cuando surgen las crisis de agresividad severas, allí lo llevan bajo autorización de su familia.
Un día antes de las vacaciones de navidad, un nuevo episodio ocurre, esta vez contra una maestra porque le dice que hay que esperar turnos para coger un bate de béisbol de gomaespuma, de repente el click se da y el alumno se transforma. Empieza a agredir a la maestra de una forma descontrolada delante de todos sus compañeros, la maestra termina con lesiones físicas y psíquicas.
A la vuelta de la vacaciones tenemos un encuentro con el alumno y la madre, ha estado castigado todas la vacaciones y estará expulsado del centro por unos días. Me siento a su lado, y me pongo a charlar con él, su discurso roza lo delirante, y una sola idea le sigue rondando por su cabeza de una forma obsesiva,
-cuando vea a la maestra yo le voy a pegar.
La maestra que se había cargado de valor para volver a su trabajo con las mismas energías con las que comenzó el curso, se entera del episodio y se desmorona.
La situación desborda el quehacer de un centro educativo, las intervenciones y medidas que este alumno necesita están más allá de lo que le puede dar el centro, el maestro y un Equipo de Orientación, por lo menos hoy por hoy.
Se pide ayuda y recursos a la delegación de educación y esta solo sabe lavarse las manos intentando hacer sentir culpables a los profesionales que día a día se dejan el pellejo en la educación de los más pequeños.
La nueva filosofía de la Consejería de Educación para dar respuesta a la diversidad es la inclusión, apuesta por una escuela que acoge la diversidad general, sin exclusión alguna, ni por motivos relativos a la discriminación entre distintos tipos de necesidades, ni por motivos relativos a las posibilidades que ofrece la escuela.
Una filosofía muy loable y deseable que queda muy progresista sobre el papel escrito pero que exige una profunda reestructuración escolar que debe ser abordada desde una perspectiva institucional, y debe dotar a los centros de los recursos humanos necesarios con la formación pertinente.
Mientras esto no se dé y nos encontremos con una Delegación de Educación que escatima en recursos humanos, echando balones fuera y no importándole la individualidad de cada caso, situaciones como esta seguirán ocurriendo en nuestros centros.
Creo que no se me van a olvidar en un tiempo las caras de cada una de las víctimas de esta situación:
El alumno que necesita de los espacios y profesionales que sepan educarlo y comprenderlo.
Su familia, que se siente desbordada, incomprendida, señalada con el dedo y que no encuentra un lugar para su hijo.
Los maestros que lo dan todo por realizar su trabajo de la mejor manera que saben, y se encuentran sin recursos para afrontar estos temas, además de no sentirse apoyados cuando recurren a pedir ayuda a la Delegación que los gestiona.
El equipo directivo de los centros que los entierran a burocracia para luego no darles las respuestas que necesitan.
Y este Equipo de Orientación que se siente impotente ante estas realidades.
Por último recomendar un libro, que es de gran ayuda para enfrentarnos a este tipo de alumnado y nos da un nuevo enfoque para comprender y educar a niños crónicamente inflexibles y que se frustran con facilidad:
EL niño insoportable. Ross W. Greene. Ediciones Médici. Barcelona 2004